El 27 de marzo, día internacional del teatro, decidí festejar viendo la adaptación mexicana de Trainspotting, libro de Irvine Welsh que después sería adaptado a la película que todos conocemos. El director de esta obra es Gabriel Retes, un muy popular director de cine mexicano y la principal razón por la que muchos fuimos a verla.
La obra nos presenta la historia de un grupo de adolescentes enfrentándose al mundo de las drogas, sobrellevándolo, saliendo o entrando en él, así como una serie de personajes con los que se cruzan y que le brindan la ambientación mexicana a la adaptación.
Al principio nos topamos con el escenario en el que queda más que claro que será el único en el que se desarrolle la trama, gracias a un sinnúmero de objetos que van desde tazas del baño, cajas que brillan y una canasta para poner un bebé, podemos imaginarnos la escena que los protagonistas interpretan. El dinamismo con el que son utilizados los objetos hace que los actores nunca pierdan la idea, y no se la hagan perder al espectador, de lo que está sucediendo en el momento.
Los actores se enfrentan a un reto precisamente al tener que narrarnos no solo verbalmente sino con su cuerpo, todo lo que nos tenemos que imaginar. Ellos interpretan distintos papeles aprovechando su salida o entrada a escena, cabe destacar que las actuaciones son la parte más valiosa de la obra, con interpretaciones intensas y mucha interacción con el público que nos proporciona la parte cómica de la trama.
La obra tiene solo dos puntos negativos, pero es tal el peso de éstos que nunca dejan de hacernos ruido mientras apreciamos la obra, ambos puntos se encuentran en el libreto. El primero son las libertades creativas que se permite el autor, si bien son necesarias para marcar una diferencia con su fuente, son demasiado obvias y entorpecen la trama. Se agradece la inclusión de nuevos personajes pero el mover mucho las historias de cada uno de los que ya existían, en función de generar una crítica social muy superficial a la situación actual del país, no hacen sino notar los muchos atajos creativos que, ya sea por ocio o incapacidad de su autor, salen a la luz conforme se desarrolla la trama.
El otro punto negativo está en el mandar un mensaje panfletario anti drogas, que más que resaltar el objetivo de su material original, lo minimiza y otra vez, solo se encarga de hacerlo superficial y evidente, cuando en el material original el mensaje está dado por sí mismo y no en voz de sus protagonistas.
Al final me quedo con una experiencia un tanto amarga, en la que por un lado tengo que apreciar que se llevó muy bien lo que aparecía en su fuente original, pero se resolvió de muy mala manera lo que Retes agregó a su adaptación.