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THE HANDMAIDEN: LOS ORIENTALES SIGUEN DEMOSTRANDO QUE SON MAESTROS EN LA COMPOSICIÓN DE IMAGEN


Ah-ga-ssi (The handmaiden, 2016).

Dir. Park Chan-wook.


¿Han notado como la gran mayoría de las películas orientales, así traten sobre un sádico asesino despellejando a sus víctimas, nos llenan con una sensación de “oye, que hermoso lo que estoy viendo”? Eso me pasa principalmente con las cintas de Park Chan-wook, y en esta ocasión con The handmaiden, no fue la excepción.


La película trata sobre un par de estafadores que están detrás de la fortuna de una joven heredera japonesa, él se hará pasar por un conde que seducirá a la chica para poder casarse con ella y después declararla loca y así quedarse con la herencia que ella ostenta. La otra estafadora será la sirvienta personal de la chica y la convencerá de que se enamore y case con el conde que la pretende. Sin embargo hay un obstáculo en todo eso, el tío de la chica también se quiere casar con ella.


Conforme la trama avanza vemos como la pobre e inocente joven se ve cada vez menos convencida de casarse con el conde y muy atraída por su sirvienta, debido a que la atracción es mutua, inicia una historia de amor prohibido por demás tierna, sin embargo ambos estafadores tienen que seguir apegados al plan, un plan que se va adaptando a las situaciones que se suscitan en el momento.


Después de la boda nos topamos con un gran plot twist, pero, observamos el metraje y nos damos cuenta que la película apenas va a la mitad, la segunda mitad nos cuenta exactamente la misma historia pero desde un ángulo que no habíamos notado, o por lo menos no nos imaginábamos, el resultado final es por demás ingenioso.


La película no tiene igual, es una cinta muy bien hecha con cada detalle cuidado tanto en su argumento como en su estética para que el espectador no se dé cuenta de lo que viene, se vuelve tan íntima que nos muestra solo lo que a la joven millonaria e conviene mostrar a los estafadores que están detrás de ella. Park construye de nuevo una historia que puede no tener un ritmo del agrado de muchos, pero que resulta tan consistente que no te quieres perder ni un segundo de lo que estás viendo.


La dirección de éste coreano es fascinante, nunca, en ninguna de sus películas, sea cual sea la temática o la nacionalidad de la misma, ha traicionado su estilo, en donde por más cruda que sea la situación que retrata, siempre tiene un especial ciudado en la composición de la imagen, nos muestra justo lo que quiere que veamos, acomodado estéticamente y con mucho cuidado de brindarle al espectador algo que pueda recordar y no se salga de su cabeza por mucho tiempo.


Otra cosa en la que Park es un experto es en el dirigir a sus actores, así le pongamos una piedra enfrente, la hace actuar, ¡Y de qué manera! Todos lo han hecho con niveles de intensidad un poco arriba de lo normal pero sin tender a sobreactuar, dejando que incluso la falta de diálogos transmita mucho de lo que están sintiendo en el momento, mi mayor reconocimiento a los tres protagonistas que lo hacen fantástico.


Por último encuentro el aspecto estético muy inquietante, la fotografía hace un manejo magistral de las luces y los colores que componen el encuadre, la cámara se mueve de forma lenta tanto en lugares cerrados como abiertos y el diseño de producción y vestuario aportan mucho a la apreciación final, con vastas influencias del arte oriental antiguo, como las ilustraciones de los libros mostrados en la película.

Fotografías: Chun-hoon Chung.


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