Es muy poco probable que una cinta que se estrenó tan pronto en el año (antes incluso del verano) haga tanto ruido en la temporada de premios, esto porque el furor que haya causado, sea cual sea este, se va apagando conforme pasa el tiempo. Si a esto le sumamos que es la opera prima de su director, que estuvo hecha con bajo presupuesto y que además pertenece a un género ninguneado en los premios importantes, es por demás sorprendente y meritorio que la cinta siga manteniendo ese furor con cada entrega de premios en la que la vemos entre las nominadas, y no en categorías cualquiera, sino en categorías principales, si bien los involucrados saben perfectamente que de todas esas nominaciones muy rara vez van a salir victoriosos, se vuelve aún más natural su reacción cuando ganan en alguna entrega de premios, y logran empatizar con el público al hacerlo partícipe de esta misma sorpresa, tal vez por eso esta cinta siga tan vigente.
Pasemos a lo importante, la calidad en sí de la cinta, la cual nos tomó por sorpresa a todos quienes íbamos a verla, puesto que no solo nos topamos con una cinta cómica de terror, sino con una sátira bastante propositiva, que superficialmente nos habla sobre la corrección política generada por la culpa blanca, estúpidamente escudada en enaltecer los estereotipos de las minorías. En este caso al llevar a un personaje afroamericano a una reunión familiar por demás incómoda, en la que los invitados se ven obligados a hacer algún cumplido desde el largo de su pene hasta su decisión por reelegir a Obama, con tal de no verse como unos racistas. Este discurso toma aún más fuerza en una época en la que los norteamericanos tienen como presidente a un redneck que no deja de decir idioteces en contra de las minorías, y que vuelve a los habitantes de su país en personas preocupadas de más por ser políticamente correctos.
Si analizamos más a fondo, nos damos cuenta como la incomodidad de su protagonista va en aumento conforme convive cada vez más con las personas invitadas a la reunión, y los pocos personajes afroamericanos que lo acompañan no ayudan en nada con sus extrañas conductas y el ir averiguando el proceso por el que los personajes blancos, van enredando a los afroamericanos al hacerles creer que están seguros y que solo son paranoicos, como sucede con el racismo menos manifiesto, en donde incluso se puede llegar a culpar a las víctimas de este por no querer o poder hacer algo para salir de su situación de marginalidad, al controlarlos como lo hacen en la cinta y hacerlos negar incluso que sufren alguna clase de racismo (ojo también con la discriminación de género y preferencia sexual, que siguen exactamente la misma dinámica en la vida cotidiana).
Argumentalmente, se nota la pluma de Peele al ser punzante, tener un perfecto timing para el humor, y aprender de este para tener igual, un perfecto timing para el género de terror, sabe cuando la cinta debe ponerse seria y cómo romper magistralmente con esa seriedad al emplear un chiste. Su debut como director también sorprende bastante, al no dotar a la cinta de lugares comunes propios del género, ya sea del género de terror, del de comedia o del de denuncia social, y es que desde “District 9” el racismo no era abordado de forma tan creativa. Y tanto la fotografía como la música hacen una mancuerna afortunada, la primera con planos abiertos incluso en lugares cerrados, y planos dramáticamente cerrados en las tomas con mayores expresiones faciales y emocionales, y la segunda con temas algunos discretos y otros estridentes para las escenas de suspenso.
Como la cinta no puede ser nada sin las actuaciones adecuadas, todos presentan interpretaciones de lujo, Kaluuya es un muy buen protagonista, lleva su personaje con mucho desenfado y en momentos clave lo puede volver intenso, lo mismo con la actuación de Allison Williams. El resto de los actores sabe que tiene que actuar de una de dos formas, o bien como una persona aparentemente pacífica que se desvive en elogios, o bien como un completo desquiciado, ambos matices con el objetivo de incomodar al protagonista.
Si bien puede que no sea la gran ganadora de la noche en los Oscar, es cierto que esta cinta será todo un referente para las sátiras sociales a futuro, por lo menos las que hablen sobre el trato que reciben las minorías en una sociedad que se vanagloria de ser abierta y políticamente correcta. Aún si se va con las manos vacías, aunque suene a cliché, por el simple hecho de ser ese bicho raro que difícilmente se cuela a las entregas de premios, ya es suficiente mérito el estar ahí.